A Alex Ospina siempre le fascinaron las alturas, por eso comenzó a volar aviones livianos y asegura que “de hecho me volví piloto muy joven, como a los 16 años”. Pero había mucho más en este hombre del aire, quien recuerda que “cuando era instructor de vuelo, terminaba mis horas en la escuela de aviación y seguía yo enseñándole a volar a un halcón, algo increíble”. Explicó que semejante paradoja se logró, porque ese animal debía recuperarse del tráfico de fauna. Además “había sido decomisado pichoncito, juvenil”. mMás información en: Develan toda una mafia alrededor de la identidad en Colombia: así opera. Álex es una persona como muy pocas en Colombia porque practica la cetrería. Se trata de una actividad muy antigua en la que se adiestran aves de presa, que se posan sobre los brazos protegidos por piezas de cuero, con las cuales se cazan a otros animales. Aunque en el país no está permitida su práctica, con ella encontró la vocación de salvar de la muerte inminente a las aves cazadoras. Animales a los que considera de su familia y con quienes comparte su amor por las alturas. “Si bien es un deporte en ciertas partes del mundo, hay un pequeño grupo que nos dedicamos a la conservación por medio de la cetrería. Sacamos las técnicas de este arte para rehabilitar aves rapaces”, explica.
Protectores de las aves en Colombia
Por más de 30 años se ha dedicado a la recuperación de esos seres del aire que traen de todo el país, como director de la Fundación Águilas de los Andes. “Nosotros recibimos por parte de la autoridad ambiental de cada región a estos animales. Unos heridos, algunos decomisados, otros rescatados, etcétera”, dijo. En ese sentido, advirtió que bien sea por el intento de domesticación o por graves heridas que reciben las aves que llegan a él, “a estos animales, físicamente hay que enseñarles a volar”. Le puede interesar: ‘Tapabocaman’, el héroe de la prevención del coronavirus. Sus más grandes esfuerzos se destinan a salvar de la extinción al águila real de montaña. Una imponente ave oscura y de ojos amarillos, descubierta en Bogotá y habitante de los bosques fríos. “La especie ha desaparecido de varias regiones por pérdida de hábitat y donde fue encontrada por primera vez no tenemos reportes actuales», lamentó.
Sin embargo, agregó que «sí están en zonas vecinas, como por ejemplo en el Pipiral, Meta; algunas de Corpoguavio, donde se monitorea un nido y en otras en Boyacá”. Más historias: Juan Pablo Culasso, el hombre del oído absoluto y de los sonidos invisibles. Se especula que en el territorio colombiano solo hay unas 100 parejas de estos animales monógamos, que logran empollar apenas 1 huevo cada 2 años. Sin ayuda estatal, su grupo propugna por disminuir el conflicto que genera la invasión de espacios naturales por campesinos. En muchos casos las aves resultan heridas, debido a que son sorprendidas en la cacería de animales de granja.
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Es por eso que requieren donaciones constantes. Si le interesa realizar alguna, puede comunicarse con ellos al número telefónico 3157900554 y permitir que este hombre siga enseñándole a las aves cazadoras a volver a levantar el vuelo.
“Se necesitan de 24 horas al día y 356 días al año de estar pendientes de cada individuo, de otra forma no funciona y eso es lo que hacemos aquí, en nuestra fundación “, concluyó el experto.